martes, 16 de junio de 2009

Con respecto a mi oscuridad que me daba libertad, libertad de pensar y opinar lo que quería, en donde el sentimiento de miedo y de terror no tenían cabida alguna solamente lo sentía cuando aparecían por las rendijas de la persiana los primero rayos de luz del amanecer, al igual que le pasa a los vampiros que se esconden en sus guaridas cuando aparece la luz, yo me acurrucaba en mis sabanas, me tapaba mi cabeza y cerraba los ojos con tanta fuerzas que las lagrimas se caían sin hacer fuerza alguna. Lagrimas de resignación.

En ese instante cuando todo mi cuerpo parecía una bola, con los ojos cerrados, las piernas encogidas y todos los músculos en tensión es cuando oyes las persianas de las casas conjuntas, los primeros pasos de la gente y ves que pasan las horas y tú sigues en tu ficticia oscuridad la cual anhelas. Cada vez cierras con mas fuerzas los ojos, mi cuerpo cada vez con mas tensión, casi sin respirar te quedas, pero aun no das tu brazo a torcer porque te sientes con fuerzas para soportar eso. Hasta que aumenta el sonido, ha desaparecido ese silencio sepulcral de la oscuridad, y pierdes las pequeñas esperanzas de que todo fuera un sueño y que cuando abras los ojos aparecerá la oscuridad. Pero no es así, ya que la noche ha desaparecido y te encuentras con la dichosa luz.

Ves pasar las horas y no ves cambio alguno, por lo que optas por abrir los ojos y afrontar esa luz que invade toda la habitación, se mete hasta en las sabanas y sin pedirte permiso te hace que te levantes de la cama. Luz que se te impone la cual no puedes hacer desaparecer así como así, y en la que tú ya no eres tú, con la que no puedes hablar con ella, solamente ella se hace presente y en la que me siento tan pequeña que mis sentimientos y yo se reservan hasta que aparezca la anhelada oscuridad.

Gracias que la luz se va apagando conforme pasan las horas, horas que se hacían para mi infinitas y en las que solamente pensaba en lo oscuro, pero no como algo malo, sino todo lo contrario. De vez en cuando mientras que esperaba a tan deseada ausencia de luz cerraba los ojos para mirar mejor lo que me pasaba, para recordar tiempos mejores y correr tiempos pasados en los que la luz era importante, pero aun así, no es como estar en plena oscuridad, porque no la puedes sentir, solamente tienes una vaga idea de cómo seria antes de esperar a que se acerque la noche.

Pido a gritos ayuda para que el manto negro regrese pero nadie me ayuda, puesto que puedo fingir esa necesidad que tanto añoro. Y la luz sigue presente en el día, tan potente y egoísta como ella misma, no me deja esquivarla, me persigue, y yo no puedo más. Me quiero enfrentar a ella pero me acobardo porque no me gusta, no me deja hablarle a través de mis pensamientos, es incordiante y maleducada, puesto que no me deja explicarle que se vaya y que a la salida deje la puerta abierta para que entre mi amiga, no lo entiende o no quiere que me sienta bien, además ella no me escucha porque no se va. La luz es mala para mí.

Tras mi desdicha me acerco a los ventanales y veo que la luz se va despidiendo, me mira con aires de superioridad y yo le esquivo su mirada. Cada vez que un rayo de sol va desapareciendo encuentro un alivio, y mí ultimo suspiro de preocupación desaparece al eliminar cualquier rayo de luz.

Y con este suspiro aparece la noche la oscuridad, esa situación que tanto deseaba y que después de esperar tanto se ha hecho realidad. Dentro de mi estado de ánimo se dibuja en mi cara una media sonrisa puesta que estoy en mi cama con mis sabanas y acompañada con mi oscuridad, con la que estoy a gusto y ella conmigo.

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